Política pop es un eufemismo de política populista

El término es sugerente y nos evoca a la pegadiza música pop, al arte o a la cultura. No vamos mal encaminados. El concepto de política pop está vinculado a la cultura popular que surge en Estados Unidos como contraposición a la alta cultura. Liberación del arte, masificación, industrialización.  Acercar la cultura a todos los segmentos de la población, hacerla universal. Andy Warhol como exponente del pop art y esta corriente de vanguardia.

La política pop es eso: llevar la política a todo el mundo, hacerla más accesible, dirigirla al ciudadano común. Plantear una nueva manera de acercarse al electorado con comportamientos propios de la cultura mediática del espectáculo y el entretenimiento. Para llamar su atención y engancharles.

Un nuevo planteamiento donde el marketing político adquiere protagonismo. Importa técnicas del marketing comercial, que vende productos y servicios, a una actividad que sirve para transformar la realidad social.

Algunos aspectos del liderazgo político se ensalza para resaltar atributos personales y hacerlos atractivos. Los representantes públicos son ahora una suerte de celebrities, preocupados por robar más tiempo al prime time. Esta sobreexposición mediática conlleva a planteamientos cortoplacistas, muy tácticos y poco estratégicos, a pensar en la forma más que en el fondo, a la escenificación y al simbolismo.

Los canales favoritos de la política pop son las redes sociales y por supuesto, la televisión. En los últimos años hemos podido comprobar la presencia creciente de políticos en programas de infoentretenimiento. Constituye una manera de llevar al público masivo información política mediante elementos lúdicos.

Servirá para ampliar los share del medio y quizá consiguen mostrar una imagen de cercanía del candidato o representante público, “descubrir su lado más humano“, decían. Sin embargo, estos formatos caracterizados por la agilidad de sus espacios reducen ideas complejas. El resultado es la simplificación de aspectos relevantes de la política, su banalización. Y una crispación continua. Más polémica, más audiencia, más imagen y más espectáculo.

La política pop(ulista) llevada al límite.

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